A TUS PIES
A tus pies tengo mi cuerpo entero, mi piel desnuda, temblando sin motivo. A tus pies dejo el regalo de mi deseo, las caricias de un placer prestado, las manos que pecan a oscuras.
A oscuras te llamo y te abrazo, te entrego la lengua y el ombligo, te miento y no me dejas que me arrepienta. A oscuras soy la que abandona la fragilidad y se vuelve piedra, la que devora sus propios miedos y los convierte en escudos, la que deja escapar las lágrimas por la puerta trasera del alma.
Dime algo, una frase, una palabra… Lo primero que se te ocurra. Y sin pensar te dije: “Tengo el corazón encerrado en el silencio de otros labios”. Abriste los ojos, mudo, y me miraste. Me estudiaste el rostro con cuidado, repasando mis cejas, mi nariz, mis ojos, mi boca y mi cuello. Me rozaste el hombro con los dedos, con delicadeza y en silencio, y cerraste de nuevo los ojos: “Diez palabras. El amor tiene cuatro letras y diez palabras”. Y besaste con ternura la lágrima rebelde que se me escapaba por la puerta principal del alma…